Detroit, 1995. Capital del crimen. Un imperio caído. Sus mejores barrios han entrado en de-cadencia, los blancos se han marchado al eva-porarse las oportunidades y el optimismo que una vez hicieron de ésta una urbe bulliciosa y próspera. La brillante promesa de potencia industrial de Detroit se ha transformado en un hervidero de conflictos económicos y racia-les después de que la ciudad sufriera una de las peores rachas de disturbios callejeros de la historia de Norteamérica. La calle 8 Mile Road, que recorre el perímetro de la ciudad, marca ahora la frontera entre lo urbano y lo suburbano, entre lo negro y lo blanco. Pero en Detroit hay una larga tradición de creatividad bajo presión, y mu-chas veces se ha manifestado a través de la música: el sonido de la Tamla Motown, que dominó la música popular de los años 60, la maestría de Aretha Franklin, el llamado sonido Detroit de rockeros como Mitch Ryder, Bob Seger o el grupo MC5... la música de la ciudad ha tenido siempre unas raíces obreras y ha expresado sin filtros la verdad sobre las realidades de la vida. Y la música hip hop de Detroit no es ninguna excepción a esta tradición. Para chicos como Jimmy Smith Jr. (Eminem), el hip hop es lo único que les separa del abismo.
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